jueves, 18 de octubre de 2007

Aeropuerto sexual

Miré mi reloj, eran las 10:30 p.m. Aunque su avión no llegaría hasta dentro de media hora, ya era hora de arreglarme. El baño estaba vacío y en lugar de desnudarme en uno de los servicios individuales, empecé a despasarme los botones de la camisa enfrente de los espejos del tocador, bajo las brillantes luces fluorescentes. Me agaché sobre mi maleta, saqué un vestido de terciopelo negro con encaje rojo y me lo puse. Me quité los vaqueros y también las bragas, y lo metí todo en la maleta. Me puse unos pequeños zapatos negros de tacón en lugar de las zapatillas que llevaba. Me lavé la cara, me maquillé y me pinté las uñas con el pintauñas color 'rojo-fóllame' que me pongo siempre antes de mis vuelos. Antes de salir del baño, me examiné en el espejo de cuerpo entero. El corpiño ajustado y las largas mangas del vestido acentuaban la redondez de mis pechos y la delgadez de mi cintura, y la corta y holgada falda acariciaba suavemente mis largas y bronceadas piernas hasta la mitad de los muslos. Dios, que sexy estaba. Me puse cachonda solo de mirarme.

No pude resistir la tentación de meter la mano bajo mi vestido. Introduje lentamente dos dedos en mi húmedo coño, me llevé los chorreantes dedos a la boca y lamí mis dulces jugos de ellos. Iba a tener que aguantar así de empapada e insatisfecha durante un rato más.

Por fin llegó su avión y me acerqué a la puerta. El corazón se me salía por la boca cada vez que veía a alguien doblar la esquina y por fin mi cara se iluminó con una enorme sonrisa. Iba vestido con unos pantalones kaki y su suéter azul, lo mismo que llevaba la primera vez que le vi, lo mismo que llevaba la primera vez que me lo follé. Cuando llegó a mi lado, dejó caer sus bolsas y nos abrazamos. Nos besamos fugazmente y nos dirigimos al área de recogida de equipaje. Nuestras manos se entrelazaron.

Tras un corto paseo, vi una puerta vacía, con las luces apagadas. Mi húmedo coño estaba ardiendo de un deseo incontrolable y le llevé tras el muro del mostrador de venta de billetes, donde nadie podría vernos. Parecía un poco confundido, así que le besé y conduje su mano hacia mi húmedo y caliente coño. Suspiró cuando se dio cuenta de que no llevaba bragas y de que podría tomarme allí mismo si quisiera. Apreté mis caderas contra su dura polla mientras tocaba mi clítoris con su dedo y luego introdujo dos dedos dentro de mí. Estaba ansiosa de que me metiese su polla hasta el fondo, desde atrás, para que así pudiese alcanzar con su mano mi hinchado clítoris y poder jugar con él con alguno de sus dedos. Me agaché para intentar liberar su polla de la prisión de su ropa para que pudiese así metérmela. Pero su miembro emergió, enorme y palpitante, justo delante de mi cara. Lo cogí, acariciándolo con mis labios y mi lengua. Mis labios recorrieron de arriba a abajo el mango de su polla, mientras mi lengua exploraba cada una de sus zonas sensibles. Podía sentir sus músculos estremecerse y agitarse. Me cogió la cabeza con las manos para ayudarse en su balanceo de caderas.

Mi coño aún estaba ardiente por el deseo de ser penetrado y atravesado una y otra vez, así que me puse en pie, con mi mano masajeando todavía su polla, y le hice una seña para que se alejase de la pared. Me incliné apoyando mis manos contra la pared, con el vestido levantado a la altura de mi cintura, el coño abierto y listo para que me la metiese. Casi me desmayo cuando me penetró, el sentirle deslizándose lentamente por mi lubricado coño era como para morirse. Me la metió de nuevo, más fuerte y más rápido esta vez, y siguió una y otra vez, aumentando la velocidad con cada embestida. Disminuyó la velocidad y rodeó mi cintura con su brazo, intentando alcanzar mi clítoris con sus dedos. Empezó a masajearlo lentamente, metiéndomela y sacándomela mientras, con lentas y largas embestidas. El pensamiento de que alguien nos encontrase follando como animales en el aeropuerto cruzó por mi mente, al mismo tiempo que sentía cómo empezaba a correrme, un calor explotando lentamente en mi interior. No podía aguantar la respiración.

- Oh dios, no pares, me corro... Oh dios... fóllame más fuerte... oh sí... más fuerte - susurré.

Mientras mi sexo explotaba en éxtasis, noté cómo se corría dentro de mí, sus músculos temblando y estremeciéndose tras de mí, metiéndose completamente y a la fuerza en mi interior. Se desplomó, con su cabeza apoyada sobre mi espalda, su polla descansando dentro de mí. Lentamente salió de mi chorreante coño, se agachó y se subió los pantalones, subiéndose lentamente la cremallera y abrochándose el botón. Apoyé mi cabeza contra la pared, con mi vestido aún a la altura de mi cintura y mi empapado coño a la vista. Tras unos instantes, me agaché para abrir mi maleta. Mis manos temblaban a causa de los aún patentes efectos del orgasmo y saqué un pequeño y suave trapo blanco. Lentamente limpié el semen que salía de mi coño resbalando por mis muslos. Me puse unas bragas de satén negro y me arreglé el vestido y el pelo.

Nos besamos, lenta y perezosamente, y luego nos dirigimos de vuelta al área de recogida de equipaje, bastante más sudados y despeinados que cuando empezamos.

¡Todo hacía prever que aquel iba a ser un fin de semana excelente!

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