martes, 16 de octubre de 2007

Mi nena favorita

Por aquel tiempo, vivía en Madrid compartiendo piso con mi hermano, su novia y un compañero de piso, y trabajaba los fines de semana poniendo copas en un garito. No tenia chica fija y compartía sexo esporádico con mujeres que frecuentaban dicho bar.

Un día apareció Patricia, una mujer alta y morena con unas grandes gomas que hicieron que mi pene se endureciera solo de imaginarlas. Hablamos y conseguí que me diera su teléfono, pero no que me acompañara a casa. Esa noche tuve sueños eróticos con ella y no podía dejar de pajearme pensando en cogerme a esa hembra, en obligarla a que me mamara el pene hasta dejarme seco, en sobarle sus grandes pechos hasta que la escocieran.

La llamé una semana más tarde, queriendo probar esos pechos y cogerme a esa hembra hasta hacerla daño. Tomamos unos tragos y charlamos. Me dijo que vivía con su mamá. Tras unas horas conversando y besándonos, la invité a mi casa pero me dijo que mejor fuéramos a la suya. Había llamado a su mamá y le había dicho que no iría a casa a dormir, así que teníamos tiempo de sobra. Accedí y nos marchamos. Por fin podría hacerla mía.

Estaba vestida con un pantalón verde militar, de esos que tienen bolsillos por todas partes, y una campera deportiva ajustada, que marcaba aún más esas hermosas tetas grandes y duras. Volvió con un par de vasos y se sentó a mi lado. Hablamos de cualquier cosa, como si quisiéramos evitar los silencios. Yo pasaba mi mano por su pelo, como jugando, y por su cara. En un momento, la miré y le dí un beso en la boca como buscando tomar la iniciativa. Ella respondió con un beso más profundo, y comenzamos a revolcarnos por el sillón. Puse mis manos en sus tetas, que tocaba por primera vez, descubriendo lo grandes y duras que estaban. Bajé el cierre de la campera y metí las manos por debajo de la remera, alcanzando a tocarlas por encima del corpiño.

Ella se dejaba hacer, y metía su mano en mi pecho, inclinaba su cabeza como ofreciendo el cuello para que la besara. Saqué la campera y levanté su remera hasta dejar a mi vista y frente a mi cara un hermoso corpiño blanco de algodón, lleno de esas montañas de carne. Desabroché el corpiño y pude ver como esas tetas explotaban liberadas de su prisión. Dos enormes aureolas negras encerraban dos increíbles pezones duros, erectos, muy grandes, como la punta de mi dedo meñique. Apliqué mi boca como queriendo tragármelas enteras, y comencé a succionar su pezón, mordisqueando y jugando con la punta de mi lengua. Ella comenzó a respirar más fuerte, y dejó escapar algún gemido. Me miraba muy fijo mientras yo le comía sus tetas, mientras con su mano masajeaba mi nuca apretándome contra ella. Con mí otra mano desabroché el pantalón y metí la mano debajo de la bombacha. Casi eyaculo al contacto con su vello vaginal, y su hermosa concha húmeda. Ella se dejaba hacer, mientras yo exploraba su intimidad con mis dedos, rozando su clítoris y hundiendo mis dedos en ella. En un momento se separó, y me miró…

- Vamos al cuarto.

Se paró y me tomó de la mano para ir caminando a su cuarto. Entramos, cerró la puerta y se abrazó a mí volviendo a besarme. Fuimos desvistiéndonos poco a poco, hasta quedar completamente desnudos. Se recostó, y entonces…Esa voz de la conciencia…

- Espera, no tendremos problemas si llega tu mamá?

- No, no hay problemas, no vendrá.

Luz verde. Comencé por besarla en la boca, metiendo mi lengua muy dentro y jugando con la suya, para seguir bajando despacio hasta su cuello, recorriendo cada centímetro de piel con la punta de la lengua. Me detuve un rato en sus pezones, que parecían a punto de reventar, bajé por su ombligo hasta llegar a oler su concha mojada, metí mi nariz de lleno en su rajita, abrí sus piernas, levanté sus rodillas, y hundí mi lengua en su concha, chupándole los labios, mordisqueando su clítoris, metiendo mi lengua en su vagina… Ella se retorcía de placer, mi polla estaba como un palo y solo pensaba en meterme en esa concha tan carnosa y tan húmeda, bien lubricada. Me acerqué, y metí mi pene buscando penetrarla duro, de un solo golpe. Ella puso cara de dolor pero cuando empecé a bombear, despacio, disfrutando al máximo de esa hermosa concha bien caliente y estrecha que me apretaba tan duro, su gesto de dolor dejó paso a un gesto de puro vicio, y mientras mas bombeaba, mas viciosa se volvía, metiéndose el dedito en la boca, y chupándolo como si estuviera chupando mi propia polla, moviendo sus caderas para que la penetrará mas duro y emitiendo unos gemidos que hicieron que terminara muy rápido.

El primer orgasmo se vino como una explosión. Me vacié dentro de ella y mi leche brotaba de su concha y mojaba todos sus pelos, resbalando junto a sus jugos hasta la entrada de su culito. Yo quedé exhausto, pero ella enseguida se recuperó y me pidió más. Yo pensé que no podría dárselo pero ella bajo hasta mi pene y empezó a lamerlo, recorriendo todo el glande con su lengua. Subía y bajaba hasta lamerme los huevos, y se de repente se metió toda la polla en la boca, succionándola como si quisiera sacarme toda la leche para tragarse hasta la última gota, lo metía toda dentro y la sacaba, lubricándola con su saliva masturbándola con la mano, mientras con su otra manita se tocaba la conchita húmeda. Me estaba volviendo loco, y consiguió en un momento, que mi miembro se pusiera de nuevo duro.

- Voy a terminar - dije, pensando que echaría toda mi leche en su linda boca, pero no me dejó.

Se apartó de mi polla y se subió sobre mí llevando la punta de mi pene a su conchita. Se sentó de golpe y empezó a cabalgarme como una loca. Sus tetas subían y bajaban a su ritmo y yo llevé mis manos hasta ellas para estrujarlas, consiguiendo que su conchita apretara más mi pene. Gemía como una loca y se corrió dos veces, llevándome a mí, hasta el límite de mi segundo orgasmo, del que probablemente todo el mundo se daría cuenta, ya que gemí como una bestia. Acabé dentro de ella de nuevo, recibiendo sus flujos como una oleada de placer.

Caímos cansados y abrazados, pero pronto Patricia empezó a mover sus caderas, restregando su conchita mojadita contra mi pierna, llenándome de sus jugos, y consiguiendo placer, frotando su clítoris contra mi pierna. Quería seguir jugando pero mi pene no podía más, y por más que lo tocaba, no conseguía levantarlo. Así que se abrió de piernas y colocó su concha para que yo la viera bien, se abrió con una mano los labios y empezó a masturbarse con la otra mano, frotando su clítoris y metiendo, primero un dedo, luego dos y hasta tres en su concha.

Mi verga empezó a reaccionar, entonces ella se volvió a correr y empezó a llevar su corrida hasta su culito. De repente sentí deseos de partirla al medio pero por detrás, estaba recaliente imaginando como perforaría mi verga su culito así que empecé a tocarle el culito con un dedito, mojándolo bien en los jugos de patricia y acercándome a la entrada metí un dedo en el culo de Patricia, intentando dilatarlo, pero era virgen de culo y lo tenía muy cerradito. Estaba dispuesto a partirle su hermoso culo, pero ella me dijo que no, que mejor lo dejáramos, pero yo seguí dilatándola con mis dedos, metiéndolos mojaditos y haciendo círculos dentro para que se relajara y se dilatara, porque si no podría hacerla mucho daño.

Cuando ya había metido dos dedos, ese hermoso agujero estaba bien dilatado y me llamaba, puse la cabeza de mi pene en la puerta y lo empujé despacio, sintiendo como se desgarraba todo, viendo a Patricia gemir y gritar de dolor. Seguí empujando sin hacer caso de sus suplicas, consiguiendo meter todo mi cacho dentro, llegando a tocar con mis huevos su culito. Comencé a moverme despacio, al tiempo que metía mis dedos en su concha mojada, masajeando su clítoris y la cogía del pelo, ya que intentaba que no la culeara, no se dejaba. Pero yo quería seguir martilleando su culito prieto y caliente esperando a explotar, y la mantuve quieta agarrándola del pelo. Empecé a bombear mas rápido, hincando todo mi pene en su culo, partiéndoselo, y sus gritos de dolor se transformaron en gemidos de placer que consiguieron que terminara dentro de su precioso culo, llenándolo de leche. Me retiré y no la dejé que se moviera, dejándola en la misma postura, postura de perrita, mi perrita, mostrando su concha y culo totalmente abiertos y enrojecidos.

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