martes, 16 de octubre de 2007

En el baño con mi amante argelino

Por lo que te voy a contar seguramente pienses que soy una fresca, una lagarta o peor aún una puta y en lo único en que me diferencio con aquellas que se anuncian en los periódicos es que ellas cobran y yo no. Piensa de mi lo que te dé la gana, yo no voy a cambiar de actitud ni voy a dejar de comportarme como me comporto, ni buscar quien me alegre un buen rato cuando tengo ganas de sexo.

Me llamo Chantal ya que soy de origen francés pues mis padres trabajaron durante varios años en el país vecino. Supongo que conocéis el carácter lascivo y vicioso de las francesas, así pues yo no era evidentemente la excepción. Me gusta el sexo desde que tengo uso de razón y si encuentro el hombre que me satisfaga no pongo freno a mis deseos. Estoy divorciada desde hace tres años por lo que me encuentro libre para poder acostarme con quien me apetezca sin dar explicaciones a nadie. Si un tío me gusta me lanzo a por él hasta lograr follarmelo. He cumplido los cuarenta años y nunca he sido una mujer despampanante sino más bien del montón. Tengo unas piernas largas y bonitas y unos buenos pechos retocados quirúrgicamente. Mi cara es agradable, tengo una sonrisa provocadora y unos dientes grandes y blancos con los que puedo lamer y degustar un pene bien grueso, largo y venoso. El cabello es largo y lacio y de tono castaño oscuro. Trabajo de directora ejecutiva en una empresa de material informático. No hago gimnasia ni falta que me hace ya que me conservo bastante bien.

¿Por qué me gusta tanto el sexo? ¿A quién no le gusta? No voy de pobreta por la vida, me encanta que me la metan bien hasta el fondo, no le hago ascos al coito anal aunque puestos a elegir si es por delante mucho mejor. Me encanta chupar un buen miembro, cabalgar encima de un tío hasta conseguir que le duelan los riñones. A mi edad no voy a comportarme como una mojigata, si lo hiciera me habría perdido un montón de aventurillas calientes. He comprobado que la mayoría de los tíos no le hacen ascos a una mujer ardiente aunque ésta les supere en edad, lleve la iniciativa y además no sea exactamente su tipo. A la hora de darle al asuntillo todas somos unas cachondas, sobre todo si se lo ponemos bien fácil. Ante el sexo los hombres pueden comportarse como corderos que van al matadero si una se lo deja claro desde el principio. La mayoría con los que me he cruzado dejan de pensar cuando tienen una erección y si nos ponemos autoritarias obedecen sin rechistar. Con lo difícil que resulta pegar un buen polvo hoy en día nadie pierde tiempo en plantearse la situación. Cuando una mujer separa las piernas ante sus morros no se lo piensan dos veces.

El otro día sin ir más lejos tuve una aventurilla con un jovenzuelo en un local público lo cual hizo que fuera aún más morboso si cabe. Aquel día iba vestida con un jersey negro de cuello cisne acompañado de un traje chaqueta de color blanco inmaculado y como calzado había elegido unos zapatos negros de tacón. Las piernas las cubría con unas medias negras que junto a los zapatos me hacían sentir muy sexy. Por encima un abrigo negro de paño pues aquel día hacía más frío del habitual. Llevaba el cabello recogido en una bonita coleta. Todo sucedió en el momento en que entré en un restaurante chino cuando ya hacía una hora que teóricamente habían cerrado la cocina. Es lo bueno que tienen los restaurantes chinos, siempre te atienden y te dan de comer por muy tarde que entres. Me deshice del abrigo dejándolo en la silla de al lado y me senté frente a una mesa en la que se encontraba un jovencito tomando el primer plato. No debía de tener más de 22 años. Ummmm… me encantan los yogurines ya que son tiernos y apasionados. Parecía de origen árabe pues tenía la piel un tanto aceitunada y los rasgos de la cara eran los propios de los individuos de creencia musulmana. Siempre me he sentido atraída por los hombres árabes. No puedo evitarlo, me producen un morbo especial. Luego vi que no me había equivocado en mi apreciación ya que me enteré que era argelino.

Por sus ropas y por sus manchas deduje que debía trabajar de lampista. Aquel chaval estaba para mojar pan y no dejé de mirarle hasta que él se percató que le desnudaba con la mirada. Cuando él se fijó en mí abrí la boca de un modo obsceno y empecé a chupar objetos de modo lascivo. Cogí un palillo y lo introduje en la boca como si fuera un pene. El muchacho no era tonto así que enseguida se dio cuenta de que buscaba rollo. Me levanté de la mesa y me dirigí a la suya sin apartar la vista de él ni por un solo instante. Le pregunté guiñándole un ojo si podía sentarme en su mesa con la excusa de que no me gustaba comer sola. Por descontado que asintió con la cabeza y siguió sorbiendo fideos. Al sentarme a su lado le acaricié la pierna de forma descuidada con la mano. Me encanta llevar la iniciativa en el juego amoroso y con jovencitos como aquel la cosa resulta de lo más fácil. De todos modos de vez en cuando también te llevas alguna sorpresa agradable con alguno de ellos. La juventud actual ya no es tan tonta como lo éramos en la mía y en cuanto al sexo ya saben de todo. Como él no decía nada metí la mano por debajo del mantel buscando su paquete con mucho descaro. El chico se puso rojo pero no se quejó ni montó un escándalo y por cómo le crecía el bulto deduje que le estaba gustando. Me relamí los labios mientras tocaba su apetitosa virilidad por encima de la tela del pantalón. Por lo que pude deducir lo que aquel guapo muchacho guardaba entre sus piernas era de un tamaño más que respetable. Tengamos en cuenta que aún no se hallaba en su máximo esplendor cosa que ya me encargaría de conseguir con mis caricias.

Al acabar el primer plato le pregunté a una de aquellas menudas y sonrientes camareras orientales dónde se encontraba el servicio de señoras y le dije al joven que me acompañara. De hecho pudimos haber hecho el amor en pleno comedor ya que el local estaba completamente vacío y no había un solo cliente, tan solo un par de empleados que colocaban bien los manteles. Debo reconocer que me hubiese apetecido follar con aquel muchacho en pleno comedor a la vista de cualquiera pero evidentemente aquella fugaz idea era imposible de realizar.

En el servicio tampoco había nadie y estaba tan limpio que podíamos habernos revolcado por el suelo sin temor a ensuciarnos. Sin pensármelo dos veces agarré al chaval y le hice entrar en uno de los urinarios. Le empujé contra la puerta para impedir que alguien pudiera abrir la puerta y le metí la mano entre las piernas de un modo impetuoso. A través de la tela del pantalón pude apreciar cómo su pene crecía de forma escandalosa y desmesurada, como si quisiera romper los calzoncillos. Menudo miembro tenía ese atractivo muchacho árabe!! Era una barra larga y gruesa tal y como a mi me gustan. Me entretuve un buen rato acariciando ese músculo a través del pantalón. Él por su parte también tomó la iniciativa con lo que me despojó del jersey para jugar con mis pechos y lamer los pezones que estaban erectos y duros como dos peones de ajedrez. Cuando más caliente estaba introdujo su mano por debajo de mi falda para meterme los dedos en la raja. Mi clítoris también se irguió mientras mis labios vaginales se humedecían ante sus caricias. Si el hubiera querido podría haberme metido toda la mano dentro. Nos desnudamos mutuamente con premura mientras uníamos nuestras respectivas lenguas en un beso fabuloso.

Como la cosa se estaba desmadrando más de lo que yo en principio deseaba pensé que una buena felación le apaciguaría. Me agaché frente a él y le chupé el pene que era grande y sabroso. Aquel jovencito poseía una verga que en estado de reposo ya presentaba un tamaño más que prometedor. Gracias a mis caricias bucales logré que aquella culebra fuese creciendo hasta mostrar un aspecto desafiante y abrumador. Llevé la piel que cubría aquella cabeza rosada hacia atrás y me entretuve durante un buen rato en chupar con cara de vicio aquel tronco largo y poderoso que tanto me encantaba. Escupí sobre su polla para humedecérsela con mi saliva. Mientras le comía la polla le miraba a los ojos observando la cara de sumo placer que ponía el muchacho. Me agarró con fuerza del cabello ayudándome en el ritmo de la mamada. Conseguí tragármela hasta el fondo de mi garganta. Aquel poderoso ariete giraba hacia la derecha así que la cabeza del mismo golpeaba con fuerza contra la piel de mi carrillo dando la sensación de que me iba a atravesar como una brocheta. Chupé y chupé aquel fantástico émbolo sin detenerme un solo segundo hasta conseguir que explotara como un surtidor. El primer chorretón fue a parar hasta mi ojo sin darme apenas tiempo a poder cerrarlo. Tras este primero llegaron cuatro más que fueron a parar a mi cara, a mi cabello y a la barbilla. Me relamí los labios tragando parte del semen de aquel jovenzuelo y el resto cayó a través de la comisura de mis labios hasta llegar a mis senos. Debo reconocer que me encanta disfrutar del sabor salado del semen masculino. Es uno de mis mayores placeres.

Luego le bajé definitivamente los pantalones y los calzoncillos dejándolos reposar a sus pies, le toqué el culo y le magreé a conciencia. Siempre me ha gustado magrear unas buenas nalgas masculinas y debo reconocer que aquel muchacho argelino tenía un bonito culo. Chupé con mi húmeda y caliente lengua y escupí en su ano para mojarlo con mi saliva. Le introduje mi lengua en su estrecho esfínter violándolo con gran placer. Siempre he tenido la fantasía de adoptar el papel masculino para poder follarme a un tío y que éste gozase con mis caricias y mis penetraciones. Humedecí con saliva mi dedo índice imaginando lo que pretendía hacerle a aquel muchacho que se me entregaba sin ningún tipo de reparo.

Dirigí con premura mi dedo índice hacia su agujero posterior y con aquella sola caricia el chico gimió de placer cerrando los ojos con fuerza al tiempo que se relamía los labios. En esos momentos observaba su reacción ante mi caricia digital, preguntándome si un hombre apreciaría como nosotras estas familiaridades. Tres o cuatro veces me quedó claro que los hombres no eran enemigos de gestos sodómicos. Supe que mi iniciativa había tenido éxito cuando mis falanges violaron el anillo anal, se introdujeron en el estrecho conducto, y se agitaron debido al placer que el chico estaba sintiendo. Por lo que pude observar el muchacho no era contrario a las caricias anales, más bien al revés. Aquel cabrón disfrutaba con el tratamiento que le estaba dando. Introduje uno de mis dedos en su esfínter y gozaba como un desesperado pidiéndome que siguiera acariciándole de aquel modo. Gracias a mis caricias anales logré que su poderoso ariete volviera a crecer desmesuradamente. Aquel chico recuperaba rápido pues apenas habrían pasado cinco minutos desde que se había corrido en mi boca y mi cara.

Me levanté de repente y le obligué a sentarse en la taza del váter. Deseaba follarmelo con todas mis fuerzas. No teníamos mucho tiempo de modo que debíamos aprovecharlo al máximo. Le agarré con decisión su rico colgajo y me situé encima suyo mostrándole mis senos en todo su esplendor. Los pezones se me habían erizado apuntando hacia delante desafiándolo a que los chupara. Monté a horcajadas clavándome su verga lentamente. Primero dejé que entrase la cabeza en mi interior. Mi joven amante me agarró de las caderas y me ofreció una serie de cachetes en mis nalgas hasta hacer que estas adquiriesen un tono sonrosado. Con cada uno de aquellos cachetes yo emití unos pequeños gritos ahogados. Tras aquel tratamiento mi joven amante me sentó con fuerza sobre él traladándome con su eje hasta llegar al fondo de mis entrañas. Contuve con dificultad la respiración poniendo los ojos en blanco ya que aún no me hallaba en condiciones de soportar semejante intruso. Estuve un largo minuto acomodándome a aquel invasor que tanto placer me ofrecía.

- ¿Le gusta señora? me preguntó el joven argelino con un español un tanto rudimentario.

- Me encanta, es fantástico. Apreté los dientes hasta hacerlos rechinar.

De pronto empecé a botar sobre aquel músculo introduciéndolo y extrayéndolo del interior de mi vagina. Gemía y gemía sin respiro gracias a los embistes que me daba el muchacho. Me agarraba con fuerza apretándome contra él consiguiendo que sintiese la totalidad de su carne recorriendo todo mi conducto vaginal. Mi vulva chorreaba llenándole con mis jugos y lubricando su polla con lo cual la penetración resultaba más fácil.

- Fóllame cabronazo, me encanta tu verga. Ummmm. Qué rico!!!

- Muévase señora, siéntala entera dentro de usted.

- No me trates de usted que me haces sentir mayor. Tutéame que me siento mejor.

Me agarraba con fuerza a su cuello como pretendiendo que no se me escapase. Nos dimos un beso de tornillo mezclando nuestras salivas. Respirábamos con dificultad. El chico se apoderó de uno de mis pezones dándole pequeños mordiscos con los cuales me hacía ver las estrellas. Tras acabar con uno empezó a darle al otro el mismo tratamiento. Cabalgué como una auténtica valkiria sobre aquel semental que gracias a la corrida anterior demostraba un aguante irreprochable. Me corrí dos veces sintiendo las entradas y salidas de aquel ardiente mástil. No se corría ni a tiros, aquello era fantástico!.

Continuó martilleándome sin descanso clavándome y desclavándome; durante diez largos minutos me estuvo follando sin darme respiro. Es uno de los motivos por los que me encantan los amantes jóvenes. Pese a tener menos experiencia logran suplir esta carencia con su magnífico aguante y recuperación asombrosa. Aquel macho era estupendo pues me complacía en todos mis deseos. Cuando le vi por primera vez al entrar al restaurante no imaginé ni por un segundo que se comportara de aquel modo.

- Levántate que tengo ganas de follarte por detrás. Cambiemos de posición por favor.

- ¿Qué pretendes hacer conmigo? ¿En qué estas pensando? le pregunté con voz susurrante.

- Tranquila ya lo verás, confía en mí. Ahora quien manda soy yo. Te haré gozar hasta que me pidas que pare. No te arrepentirás de lo que voy a hacerte. Tú sólo déjate hacer.

Me levantó como si fuera una pluma y abrió la puerta del lavabo. Me obligó a salir y me colocó apoyada en el mármol del lavamanos de espaldas a él. Me agarró con fuerza de uno de los muslos y me lo levantó hasta lograr que le mostrara toda mi intimidad. Acercó su miembro a mi vagina y empezó a restregarse contra ella haciéndome gemir de deseo.

- Fóllame ya, no me hagas sufrir más. Golpéame con fuerza y sin desmayo. Ahhhh.

Me penetró de una sola vez con lo cual no pude menos que lanzar un grito de satisfacción. Golpeó con sus testículos contra mi piel una vez que el resto de su badajo se alojó en mi vagina. Se los acaricié con mis largas y cuidadas uñas jugueteando con ellos mientras volvía a relajarme ante la penetración de aquel mozalbete. Empezó a moverse primero a un ritmo lento para ir poco a poco adquiriendo mayor velocidad en sus arremetidas. Ambos sudábamos debido al combate sexual que estábamos manteniendo. Me folló y me folló cada vez más y más duro. Tuve que morderme los labios hasta hacerme sangre para no gritar mi placer a los cuatro vientos. Aquel estaba siendo uno de mis mejores polvos y eso que los había tenido muy buenos.

Nos mirábamos con los ojos inyectados en sangre. En aquellos momentos éramos dos animales buscando el máximo placer posible. Mi amante bufaba tratando de recoger aire en sus pulmones. Era increíble el aguante que demostraba. No se corría ni a tiros con lo cual hacía que lo disfrutase más. No todos los días se encuentra un amante que aguante varios asaltos; estoy cansada de tíos que parece que se van a comer el mundo y que luego a la hora de la verdad se corren a las primeras de cambio sin dar lugar a un segundo encuentro.

El chico se puso a masturbarme con la mano que le quedaba libre mientras seguía follándome sin compasión. De este modo logró arrancarme dos orgasmos más. Dios, qué bueno era aquello!.

Paró en seco y dejó descansar mi pierna en el suelo nuevamente. Me situó de espaldas a él mirando al espejo que se había convertido en mero espectador de todos nuestros escarceos amorosos. Me hizo abrir las piernas y se agachó entre ellas lamiendo mi culito con su hambrienta lengua. Ahora me tocaba a mí el turno de ser follada por el ano. Me lubricó el agujero con voraz apetito mientras me masturbaba el inflamado clítoris con dos de sus dedos. En varias ocasiones creí que perdería el equilibrio. El placer que sentía era indescriptible. Me metió la lengua follándome el anillo anal sin descanso. Esa es una de las caricias que más me gustan ya que es una de mis zonas erógenas más sensibles. Si el hombre sabe acariciarme de modo conveniente consigo llegar al mayor de los éxtasis.

Volvió a levantarse y abriéndome bien las piernas me hizo estirar el cuerpo hacia delante. Se estaba acercando el gran combate final y me encontraba dispuesta a disfrutarlo al máximo. Se situó detrás de mí bien apoyado sobre sus pies y golpeó su herramienta en mis nalgas haciéndome que lo sintiese sobre mí.

- Vamos hijo de puta, fóllame mi pequeño culito. No lo soporto más. Deseo tu polla dentro de él.

- Menuda zorra estás hecha. Voy a destrozarte ese pequeño agujerito que tienes, me susurró el muchacho al oído.

- Métemela con cuidado no me vayas a lastimar, le dije con cara de viciosa.

Aproximó su falo con decisión y apretó la cabeza contra el estrecho agujero sin darse un momento de descanso. Noté como su enorme glande presionaba llevándose por delante todo lo que encontró a su paso. Lancé un grito desgarrado ante la acometida de aquel macho enloquecido. Diossss… Aquel intruso me estaba matando de gusto. De pronto metió todo el resto de su miembro en mis intestinos haciéndome llorar de dolor. Aquel bastón era demasiado grueso incluso para mí. Había alojado vergas de gran tamaño pero no tan gruesas como aquella. Me agarró con fuerza del cabello tirando de mi cabeza hacia atrás al tiempo que empezaba a golpearme con fuertes acometidas que hacían que aullase de placer.

- Aaahhh Diosss… más fuerte. No te pares. Es fantástico. Fóllame hasta que me destroces mi culo.

- ¿Te gusta como te follo? ¿Te gusta que te dé con fuerza?, me decía mi joven amante mientras me jodía sin parar.

La presión que ejercía sobre mí ese grueso e incansable aparato era absolutamente increíble. Me machacaba mis entrañas sin parar ni un solo segundo. La verdad es que estaba gratamente sorprendida ante las artes amatorias de ese guapo argelino. Llevábamos media hora larga fornicando y seguía sin dar síntoma alguno de cansancio. En varias ocasiones creí estar a punto de perder el sentido ante la follada tan brutal que me estaba dando. Oía los golpes que producían sus testículos al golpear con fuerza contra mis nalgas. Aquel jovencillo resoplaba buscando aire con desesperación. Noté que se avecinaba la corrida final a pasos agigantados. Me agarró con fuerza de ambos senos llevándome hacia atrás hasta apoyar mi espalda contra su sudoroso pecho. Su apasionado mástil creció dentro de mí aún un poco más bombeando sangre sin parar hasta reventar como el cráter de un volcán al escupir toda la lava almacenada. Expulsó toda la leche guardada en sus testículos como si fuera el surtidor de una gasolinera llenando mi conducto anal con su líquido espeso y caliente mientras yo me relamía de gusto. Al menos disparó cinco descargas seminales invadiendo por completo mi ansioso culito.

- Ahhhh Me corrooo... Toma mi lecheee… Qué bueno es esto. Jamás me había corrido de este modo.

- Así cariño así. Córrete conmigo. Me quemas con tu leche pero me encanta. Dios qué polvo tan fantástico. Eres un amante estupendo, un follador incansable.

- ¿Te ha gustado cómo te lo he hecho?, me preguntó incrédulo mientras íbamos recuperando lentamente la respiración perdida.

- Joder tío! ¿Tú crees que muchos de mis amantes tienen el aguante que tú tienes? Creí que no te ibas a correr nunca! Menudo polvo me has pegado muchachito. Puedo asegurarte que no lo olvidaré en mucho tiempo, le dije mientras le sonreía con cara de deseo.

Sacó su inflamado dardo de mi interior dejándome poner de pie. Al darme la vuelta le di un beso apasionado agradeciéndole todo el placer con el que me había obsequiado. No todos los días se pegan polvos como aquel. Me ayudó a vestirme con rapidez e intercambiamos nuestros respectivos números de móvil con la promesa de volver a vernos lo antes posible. Me había dejado chorreando de gusto y ya pensaba en la próxima ocasión en que aquel apuesto argelino me tuviera entre sus brazos.

- Llámame pronto, tengo ganas de volver a verte. ¿Lo harás?, le pregunté con tono suplicante. - No te preocupes que te llamaré antes de lo que piensas. Me gusta follar con maduritas viciosas como tú., así que no tardaremos en repetirlo. No sufras por ello, me dijo al tiempo que me sonreía con esa sonrisa tan bonita que tenía.

Una vez me hube arreglado el revuelto y sudoroso cabello ante el espejo de aquel baño me puse el abrigo y salimos juntos. Pagué la cuenta de ambos ante la atónita mirada de la muchacha china que me cobró y abandonamos aquel restaurante yendo cada uno por un lado de la desierta acera hasta perdernos en la inmensidad de la ciudad.

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