jueves, 18 de octubre de 2007

La chica de la limpieza

Esto que voy a contar me sucedió hace un par de meses, y como soy adicto lector de todos los relatos de este lugar (me calienta mucho saber qué experiencias se viven), decidí escribirlo para que todos lo disfruten. Trabajo en una empresa hace ya unos 8 años, y tenemos una señora que nos limpia las oficinas desde siempre. Hace ya un tiempo, esta señora se enfermó y comenzó a trabajar su hija, de quien no voy a mencionar su nombre por razones de privacidad, solo le llamaré C.

C. es alta, de cabellos largos castaño oscuro, no tiene un gran cuerpo, ni tampoco destaca por su apariencia. Es muy simpática, aunque bastante tímida al comienzo, y tiene unos 33 años. Vive sola con su hija, producto de un noviazgo fugaz de adolescencia, y trabaja todo el día en quehaceres de limpieza.

Según llegué a comprender luego, su vida era sólo para su hija, a quien crió sola, y no tenía ningún interés en tener nada con ningún hombre. Esa forma de ser hacía que C. fuera tímida y muy reservada, al punto de casi no hablar con la gente de la oficina. Yo suelo llegar muy temprano, casi siempre soy el primero, y de a poco fui teniendo cierta relación con ella, que nunca pasaba de alguna charla ocasional o comentario al pasar. Pero, extrañadamente, fui descubriendo algún encanto que de a poco me hizo desearla desesperadamente. Las charlas, y creo que ella lo notaba, estaban cada vez más orientadas a su vida personal, que si salía, que si iba a bailar, que si alguna vez iba a empezar otra relación, que si se sentía sola, en fin, creo que todos saben cómo empiezan estas cosas. Yo notaba que C. me miraba ya no con tanta timidez, también me daba cuenta que preguntaba cosas más personales de mí. Pero todo no pasaba de ese punto.

Un día, ella se iba de la oficina hasta su otro trabajo, y coincidió que yo tenía que salir por unos trámites, por lo que me ofrecí a llevarla. La charla fue amena, pero nada especial, salvo por el hecho de que al bajarse de mi auto, ella me dio un beso en la mejilla, cosa que nunca esperé y que me hizo tener una erección de proporciones. No bien llegué a casa, fui directo al baño y me masturbé de una forma tan increíble que brotó leche por toda mi mano. Las cosas siguieron su curso, hasta que ya era una costumbre el llevarla a su trabajo, para lo cual inventaba excusas cada vez más extrañas.

Un día, al ver que se iba, me ofrecí nuevamente, y ella aceptó. Cuando subió al auto, me dijo que esta vez la dejara en otra dirección, porque no iría a trabajar, iba directo a su casa. El sólo pensar de llevarla hasta su casa ya me excitó de tal forma, que hasta tuve vergüenza de que ella notara mi verga dura bajo el jean. Llegamos a su casa, y ella se despidió nuevamente con el habitual beso de mejilla, yo le dije:

- Chau, voy a seguir andando porque se me va a hacer tarde.

- Bueno, gracias por traerme…ahhh, esperá, tengo algo para que lleves a la oficina.

C. era muy buena haciendo dulces, pasteles y demás, y alguna vez había llevado a la oficina estas delicias para que comiéramos en el desayuno, motivo por el cual siempre le reclamábamos que trajera algo dulce.

- Bueno, gracias, los muchachos se van a poner felices.

- Bajá, así te preparo una fuente.

La casa era humilde pero muy bien arreglada, se notaba que la limpieza reinaba en el lugar. C. sacó una fuente vacía y comenzó a poner dentro los pasteles. Yo había bajado del auto con tremenda erección, y por miedo a que se me notara, caminaba medio encorvado, como escondiendo la cintura. Estábamos en un comedor, había una mesa, y una gran pila de ropa limpia.

- Uff, todavía tengo que planchar toda esta ropa, si no lo hago los dueños me van a querer comer.

Ella ponía los pasteles en la fuente pero no dejaba de mirarme, el ambiente se estaba poniendo tenso, y muy caliente. En un momento ella se dio vuelta y se agachó a buscar una bolsa para poner la fuente. Yo no aguanté más, avancé hasta donde estaba, y cuando ella se paró, al darse vuelta le estampé tremendo beso en la boca tomando su cabeza con mis manos para que no retrocediera. Ella forcejeó, y se liberó. Me miró, y sin esperar más, me besó profundamente mordiendo mis labios, y haciendo que sangrara. No hubo más ternura, levanté su falda y metí mano debajo de su bombacha para encontrar lo que había esperado por tantos meses. La subí a la mesada y mientras ella desbrochaba cinturón y metía su mano en mi verga dura manoseando mis huevos con ardor. Bajé la bombacha y arremetí metiendo la verga dentro de ella con furia. Comencé a martillar fuerte, parecíamos dos locos en celo. Ella me metió la mano en mi culo, clavando sus dedos como pidiendo que me metiera más adentro.

Abrí su camisa arrancando los botones y aparecieron dos tetas hermosas con pezones enormes, que al rozarlos se pusieron duros y paraditos. Los mordía sin parar. Ella me dijo, vamos a mi cama!!!. Fuimos al cuarto y nos sacamos toda la ropa, ella estaba sentada en el borde de la cama, y frotaba mi verga con placer. Se recostó, abrió las piernas y me llevó adentro de ella. Hicimos el amor con bronca, como si todos esos años hubieran estado acumulando placer en ella. Al acabar gritó fuerte, y yo casi exploté de leche en su concha. Me tendí a su lado, y ella comenzó a masajear de nuevo mi verga, de a poco volvió a estar dura, y comenzó a mamarla despacio. La lamía con la lengua de arriba abajo, y luego la metía en su boca masturbándola con la mano y con sus labios, me frotaba los huevos con su otra mano, y se los metía en la boca. Yo estaba en las nubes, me sentía flotar, estaba por tener uno de los mejores orgasmos de mi vida, estaba a punto de explotar, me vengo…me vengo, alcancé a decir. La leche caliente brotó como un chorro en la boca de C., que se tragó todo, lamiendo bien la verga para no dejar nada.

Después de estos orgasmos pensé que no iba poder más, así que me dediqué a explorar a C. Comencé besando su boca, después bajando despacio hasta sus tetas. Me detuve un rato mordisqueando los pezones, y mirando lo hermoso de esas dos aureolas negras enormes. Fui bajando más, le di un par de besos en su ombligo, y despacio me interné en esa hermosa mata peluda que rodeaba su sexo. Se notaba que hacía tiempo no se depilaba, cosa que me excitó aún más. Ella me acariciaba la cabeza, y despacio, abriendo las piernas al máximo, dejó ver su hermosa concha húmeda y caliente. Abrió con su mano los labios y acercó mi cabeza. Mamé toda esa concha mielosa y suave, con ese gusto típico entre salado y dulce, con ese olor a mujer caliente, ella aceleró sus gemidos, y presionó más mi cabeza contra su concha. Yo recorría con la lengua hasta su culito, y decidí meter mi dedo. Tuvo un espasmo pero no se resistió. Metí luego dos de mis dedos y ella empezó a subir y bajar su cadera como si quisiera que la culeara por ahí. La puse en posición de perrito, y pasé mi verga por su boca para que la lubricara. La unté con sus propios jugos, y la penetré despacio, ella gritó pero gozaba como loca. Despacio fui martillando cada vez más fuerte, mientras con mis manos la masturbaba. Mis dedos se metían en su concha húmeda mientras la metía, íbamos llegando al orgasmo, a punto de estallar. Nos vinimos juntos, llenando su culo de mi leche caliente, y haciendo luego un 69 hermoso para chuparnos los jugos de cada uno.

No sé cuantas veces más fui a su casa, pero sí les aseguro que viví los orgasmos más hermosos de mi vida (como aquella vez que llegué y la encontré planchando). Hoy, ella hace su vida, yo la mía, ella dejó de trabajar en nuestra oficina, y no he vuelto a verla más.

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