jueves, 18 de octubre de 2007

La chica de la residencia

Las noches de los fines de semana pueden dar lugar a muchas aventuras, pero como esta que me pasó una noche de primavera, digo yo que más bien pocas. Estábamos el grupo de amigos por ahí, de fiesta como suele ser habitual, cuando nos acercamos a un grupo de chicas, que la verdad, estaban bastante bien. Nos dijeron que ninguna era de aquí, que estaban estudiando en la ciudad, y que vivían en un colegio mayor bastante cercano. Estuvimos un rato con ellas hablando, sin, en principio, conseguir nada destacable, aunque antes de irse, nos dieron a cada uno un papelito con un número…el de sus habitaciones. La verdad es que ninguno de nosotros acababa de creerse que la “caza” hubiese sido tan fácil, así que media hora después de que las chicas se fueran, nos dirigimos nosotros hacia el colegio mayor.

Llegamos allí sobre las 2 de la mañana, poco antes de que cerrasen las puertas definitivamente, y cada uno se dispuso a ir a las habitaciones de sus respectivas chicas. Yo tenía la habitación número 22, y tras mirar un pequeño plano que había en la entrada, llegué a la puerta. Probé a ver si estaba abierta, y efectivamente, al bajar el picaporte, se abrió, saliendo algo de luz y escuchándose una voz de mujer que tarareaba una canción. Entré despacio, y llamé a la chica, girándose esta de golpe, algo asustada por verme allí y la verdad no me extraña. No era la chica que había conocido antes. Era una chica morena, de ojos marrón verdosos, la verdad muy guapa, y llevaba un pequeño pijama de verano, con un pantalón muy pequeño y una camisetita con escote, un escote, todo hay que decirlo, bastante generoso.

Al ver que se había sorprendido un poco, y bueno, a decir verdad, yo también, le pedí perdón, le expliqué lo que había pasado y me dispuse a salir de la habitación. Ella me agarró del brazo y me dijo que no me preocupase. Me comentó que le gustaba que le llamaran Salu, y me explicó que había sido una “víctima colateral” en una especie de guerra que tenían su grupo de amigas con el que nos habíamos encontrado antes en la calle, que se dedican a gastarse bromas pesadas, y que por lo visto, yo y mis amigos habíamos sido utilizados como “armas”. No pude evitar una carcajada por la situación. Aunque admito que no me gusta que me utilicen, debo reconocerles a estas chicas bastante imaginación. Me levanté para levantarme, y ella volvió a sentarme y me susurró al oído: “Ya que has venido, vamos a aprovechar el tiempo ¿no?”. Se lanzó sobre mí, y empezamos a besarnos ardientemente.

Sus manos empezaban a desabrocharme el pantalón, mientras las mías se deslizaban bajo el suyo, tocando sus nalgas duritas. Al final consiguió sacarme la polla, en ese momento ya bastante dura, y empezó a tocarla, descapullándola, deslizando la palma de su mano cada uno de mis 18 cm. Yo le quité la camiseta, dejando al aire dos preciosas tetas, redondas y turgentes, con dos pequeños pezones muy erectos. Como una fiera, acabo de desnudarme a mí también, y ahí estábamos los dos, dos cuerpos desnudos entrelazados, tocándonos, y dejando escapar toda nuestra pasión. Le llevé en brazos hacia la pared, y apoyándola allí, abrí sus piernas, y metí mi cabeza entre ellas, empezando a devorar ese dulce cubierto por un vello oscuro y suave. Empecé a pasar mi lengua por su rajita, despacito, apoyando mi dedo índice en el clítoris, separando sus labios y empezando a lamer en su interior.

Noté como Salu temblaba, así que intensifiqué los lamidos, más fuertes y más rápidos. Empecé a hacer un torbellino con la lengua sobre su clítoris, metiendo dos dedos dentro de ella, y ahí empezó a gritar de placer. Eso a mí me excitó muchísimo, e intensifique mi comida, hasta que al final, se corrió. Estaba jadeante, pero aún tenía ganas de más. Así que sin despegarla de la pared me levanté, y con su ayuda, separé sus piernas, y comencé a entrar dentro de ella, moviéndome despacito, que notase bien como entraba. Me abrazó con sus piernas y dejó caer todo su peso en mi polla, haciendo aún más profunda la penetración. Empezó a dar pequeños saltitos, haciéndome entrar cada vez más y más profundo, notando la humedad de su rajita en mi vientre. Así aguantamos unos minutos, y cuando me cansé me recosté en la cama, y ella empezó a cabalgar sobre mí, mientras yo también me movía, mordiendo sus erectisimos pezones.

El ritmo de las entradas y salidas era frenético, y yo notaba que poco me faltaba para terminar. Pero Salu también se dio cuenta, y de repente se detuvo, y cogiéndome los huevos, me miró y me hizo un gesto como diciéndome que no, que todavía no…se salió y poniéndose a la altura de mi miembro, empezó a darle tiernos besitos, desde los huevos hasta la punta, para pasar a introducirse la puntita primero, y luego todo entero dentro de su boca. Ahí estuvo mamándome un buen rato, hasta que yo no pude más, y ella al darse cuenta de mis espasmos, apuntó hacia su pecho, donde lancé toda mi carga. Estaba realmente agotado, pero la fiesta aun no había terminado. Salu me dijo que la acompañase a la ducha para limpiarnos un poco, y ahí comenzó de nuevo la acción. Entró ella primero y tras comprobar que el agua estaba a una temperatura adecuada, me tomó la mano y entramos dentro.

Comenzó como una ducha normal, hasta que empezamos a enjabonarnos mutuamente. La espuma se acumulaba sobre todo por ciertos sitios peligrosos, y eso nos ponía cada vez más y más calientes. Empezamos otra vez a besarnos con muchísima intensidad, yo agarrando fuerte su culito con mis manos y ella masturbando mi polla, de nuevo bien erecta y lista para la acción. Empecé a acariciar su coñito, pero ella movió mi mano, y me hizo acariciarle el ano, pidiéndome que ahora la quería por detrás. Yo le sonreí, le di un beso rápido en los labios, y le di la vuelta, poniéndole de espaldas a mí. Se inclinó un poco y apoyándose en la bañera, separó un poco las piernas, ofreciéndome un precioso culito. Empecé lanzándole el chorro de agua, cosa que le gustó, acompañándolo con mis caricias para que fuese dilatándose. Cuando lo vi bien, me preparé para la entrada, apoyando la puntita en su ano, y tras agarrar bien sus tetazas, entré de un solo golpe dentro de ella. Ella dio un grito entre el placer y el dolor, pero que poco a poco fue convirtiéndose en suaves gemidos placenteros, conforme iba bombeándole, mientras pellizcaba suavemente sus pezones, y ella tocaba su clítoris.

Aquello era increíble, el calor de su culito me producía un placer indescriptible. Así estuvimos varios minutos, yo embistiendo por detrás y ella gritando de placer, hasta que no pudimos más y yo me corrí dentro de su culito al mismo tiempo que ella, con un ligero temblor de piernas, llegaba al segundo orgasmo de la noche. Por fin nos duchamos bien, y salimos, esta vez ya a descansar en su cama, donde durante toda la noche no cesaron las caricias y los toqueteos mutuos, hasta quedar los dos profundamente dormidos.

A la mañana siguiente, cuando salía el sol, me desperté, y decidí que era hora de irme, aunque no sin antes invitar a Salu a acompañarme a conocer que tal les había ido a mis amigos. Cuando les encontramos, no pudimos evitar una sonora carcajada, al ver marcadas en las caras de todos ellos unas claras marcas de haber recibido una sonora bofetada. Así que realmente no me pude quejar, ya que lo que hubiese sido una humillación como la que sufrieron mis amigos, para mí resultó ser la mejor salida nocturna que había hecho en mucho tiempo y todo gracias a Salu.

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