martes, 16 de octubre de 2007

Inesperado

Odio los Domingos; la semana con su trabajo, al menos me distrae, ocupa mi tiempo, pero en días de fiesta no sé que hacer. Este era un Domingo lluvioso y frió, me levanté y miré en la nevera, estupendo, no tendría que salir porque podría apañarme con lo que tenía; después de un café bien cargado, recoger el plato de la noche anterior y poner una colada me dispuse a darme un baño relajante, llené mi bañera de hidromasaje, puse sales de lavanda, rodeé la bañera de velas y puse música de boleros (me encantan los boleros) en la mini cadena; todo era ideal, dispuesta a pasar un Domingo de relax en soledad.

Me metí en la bañera y le dí a funcionar al hidromasaje, el agua estaba algo más caliente de lo que esperaba, pero no me molestó, cerré los ojos y me dejé llevar, sin saber porqué vinieron a mi mente recuerdos de cuando era joven, y en esos recuerdos, alguien que en su día me había gustado con quien no tuve absolutamente nada; se llamaba Pedro, moreno, ojos azules, alto, todas estábamos locas por él hasta que lo vimos con una chica que no era del grupo, no la conocíamos, y ahí le perdí la pista; recordarlo me excitó y sin darme cuenta me estaba masturbando cada vez con más fuerza, tanto que me espabilé sobresaltada, me reí de mí misma y salí del baño.

Envuelta en mi albornoz me senté en el sofá frente a la tele y un platito con uvas, cambiaba de cadena sin ver que daban, mi mente seguía con Pedro y no podía alejarlo.

Sonó el timbre de la puerta, me pregunté quién sería porque de normal no viene nadie, y cual fue mi sorpresa cuando al abrir lo veo allí, no lo podía creer, ¿era telepatía o algo así?, me quedé muda, allí estaba, más mayor y más atractivo, con un ramo de rosas en la mano.

- ¿Carlota? - (preguntó).

- Si, ¿Pedro?

- Si, me alegro de verte, busqué en la guía telefónica y venia tu dirección, así que pensé venir a verte en vez de llamar.

Lo invité a entrar y sentarse, me contó que hacía años que se divorció, que vivía en otra ciudad y estaba aquí por un congreso, que se acordó de mi todo el tiempo y no quería pasar la oportunidad de saludarme, estuvimos un rato hablando un poco de todo, de pronto caí en la cuenta de que estaba en albornoz, sin nada debajo.

- Perdona, como hoy es fiesta no me vestí para estar cómoda y con la sorpresa no me dí cuenta, voy a ponerme algo.

- No te preocupes, supongo que debí llamar antes pero no lo pensé.

Fui a mi cuarto, de pronto me sentí sexy, hacía tiempo que no me encontraba así, es por eso que solo me puse un pantalón corto y una camiseta, sin nada debajo, pensé que no lo notaría y en casa con la calefacción no hacía frió.

De vuelta al salón me dijo que me encontraba muy bien, tan guapa como siempre (¿guapa yo? ¿Se había fijado en mí?).

- ¿No tienes calor? puedes quitarte la chaqueta, pongo la calefacción alta porque me molesta la ropa.

Bebimos unas cervezas, charlamos, le comenté que al no esperar a nadie no tenía mucho en la nevera pero esto no pareció importarle. Serían las cervezas, la calefacción o yo que sé, pero cada vez estábamos más acalorados, más desinhibidos, y más cerca el uno del otro.

No sé como fue, pero nos encontramos besándonos con pasión, su mano en mi espalda me apretaba contra él y yo sujetaba su cabeza para que no se apartara, sentía como su mano bajaba y se metía bajo mi camiseta, me dejaba embriagar por su colonia, la misma que utilizaba antes, por sus besos, por su piel; estábamos tumbados, él encima de mi y sus manos acariciándome, estaba como en una nube, me quité la camiseta y sentí sus labios cálidos en mis pezones, le agarré del pelo, de las orejas, del cuello... ¿era un sueño lo que estaba pasando?.

Nos desnudamos por completo y nos miramos con deseo y nerviosismo, bajó su cabeza hasta mi sexo y lo lamió y succionó como si en ello se le fuera la vida, yo me corrí sin poder evitarlo, entonces se incorporó y puso frente a mi cara su verga, le pasé la lengua primero suavemente, luego más rápido hasta que la metí en mi boca, él gemía de placer y yo me ponía cada vez más cachonda hasta que bruscamente se apartó, me volteó y me puso boca abajo, alzó mi culo y así me penetró con fuerza, casi grité de placer, embestía con ritmo rápido, casi bestial, pensé que la cabeza me estallaría, yo me corría una y otra vez y quería más, finalmente se vació dentro de mí y sentir su leche caliente me hizo correrme de nuevo.

Caímos desfallecidos uno junto al otro, sin fuerzas, muertos de placer.

Al rato propuse picar algo de comer, adiviné que la tarde nos haría gastar fuerzas extra.

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