jueves, 18 de octubre de 2007

El sueño del cartero

Tres años repartiendo en el mismo distrito y aún continúa ocurriéndome lo mismo cada vez que doblo la esquina de la Avenida Guadalupe para entrar en Calle Ascensión, la misma sensación... deseo. Todos los días, en la oficina de Correos, ruego al destino que haya correspondencia para el número 24 de esa calle, un bonito chalet de dos plantas, con un pequeño jardín, siempre al día, sin una mala hierba. Es allí donde vive la reina de mis fantasías: Belén Duato. Es una impresionante rubia de ojos grises, de aproximadamente un metro setenta y con muchas curvas, no una extremadamente delgada súper modelo. Una mujer construida con retales de sensualidad, sugerente en cada uno de sus movimientos.

Hoy me ha tocado el gordo, una carta certificada con acuse de recibo del que creo que era su antiguo despacho de abogados; hoy voy a poder cruzar con ella aunque sea un "Buenos días, ¿Me firmas esto, por favor?". Un nuevo momento con el que alimentar mis más cálidos sueños. De nuevo apunto a Calle Ascensión y de nuevo algo crece en mi entrepierna, noto como me sonrojo al abrir la pequeña cancela que separa la acera del jardín del número 24. Dejo a mi derecha el buzón que tantas veces me ha privado de entregar en mano el correo a Belén. Torpemente termino de dar los dos pasos que me restan hasta el hospitalario felpudo de la puerta de la casa. Con pulso tembloroso aprieto el botón del timbre. En los instantes siguientes atino a escuchar una leve música. Si no me equivoco es Sade, joder, es sensual hasta para escuchar música. Me sorprende el sonido del cerrojo, sacándome de mi embobamiento. Allí está ella, ataviada con un albornoz por las rodillas, sujetando con una mano el cierre:

- Buenos días - me dice - Estaba a punto de meterme en la bañera, casi no me pillas.

Dí gracias al cielo por pillar aquél semáforo en verde.

- Buenos días - contesté pausadamente, luchando por no tartamudear - Te traigo un certificado, tienes que firmarme el acuse de recibo. ¡Mierda!, me dejé el boli en la oficina.

- Lo siento, me he dejado el boli, ¿Tienes tu alguno por ahí a mano?.

- Si, un segundo, voy a buscarlo.

Desaparece tras una bonita cortina de estilo hindú y en ese momento yo empiezo a cavilar: "¿Y si me lanzo?, ¿Por qué no me insinúo?, joder, no soy Brad Pitt, pero tampoco soy el de los hermanos Calatrava... me río yo de el que dijo por primera vez eso de que el No ya lo tienes...".

- Ya he vuelto, ¿Dónde firmo?.

- Aquí en la línea de puntos.

Me dispongo a darle las gracias y marcharme por dónde he venido, pero un extraño impulso me hace alzar la vista y mirarla a los ojos. Belén tiene una ceja arqueada, la boca entreabierta... no he visto nada tan provocador en mi vida.

- ¿Sabes? - le digo - No me explico como una mujer tan hermosa como tú puede pasar tanto tiempo sola.

(¿Y qué coño tiene que ver el físico con la soledad?, qué cojones, esta patochada me va a costar una carcajada de humillación).

- Llevo mas de tres años repartiendo el correo en esta zona y siempre te he visto sola.

- Pues... debes saber que llevo más de tres años esperando a que me dijeras algo que no fuera "buenos días", así que no te voy a tener en cuenta la tontería que acabas de soltar.

Lo que está diciéndome confirma que las miradas con las que tanto he fantaseado, los casuales encuentros en la acera, no eran tan casuales... ¡Ella lleva soñando conmigo tanto tiempo como yo con ella!.

- ¿Quieres pasar?

- Hace mucho que estaba esperando escucharte eso.

Sin dejar tiempo si quiera a que la puerta acabe de cerrarse, cojo a Belén por la cintura, intentando que mis manos sean firmes pero suaves. El tacto del albornoz deja adivinar las formas de su cuerpo. Lentamente beso sus carnosos labios, besos cortos, húmedos. Sujeto su cabeza mientras mi saliva se mezcla con la suya. Despacio, sin prisa, deslizo mis manos por su cuello, haciendo que mis dedos pasen por debajo del pequeño albornoz. Sin dejar de besarla tan apasionadamente como mi excitación me permite, dibujo con mis manos las formas de sus hombros, retirando la suave prenda, haciendo que caiga recorriendo su espalda. Belén me pertenece ahora, desnuda ante mí.

- Ven conmigo - me dice.

Yo obedezco sin rechistar y tirando de mi mano me conduce al cuarto de baño. Efectivamente, estaba a punto de meterse en la bañera, con Sade sonando de fondo y decenas de pequeñas velas distribuidas por el baño. Es como si el destino, por fin, hubiera preparado nuestro encuentro. Al ritmo de "No ordinary love", Belén me va quitando la ropa, muy despacio. Tiene la piel de gallina, los pezones erectos, puedo notar como se endurecen al roce con mis dedos. Ya desnudo y sin dejar de acariciar todo aquello que mis manos pueden abarcar, tiro de ella al interior de la bañera. La temperatura del agua es ideal, el aroma de las sales de baño que ha utilizado endulza el aire. Cojo una suave esponja y con lentos movimientos humedezco todo el cuerpo de Belén. Primero los hombros, el recogido que lleva deja al descubierto una nuca que envidiaría cualquier cisne. A la par que repaso cada contorno de su espalda con la esponja, le propino leves besos en el cuello. Dejo caer el agua a lo largo de su columna y observo como se pierde por debajo de su apretado trasero. La rodeo con mis brazos, tirando de ella hacia mí, de tal manera que consigo que mi polla se quede entre sus nalgas.

Sin soltar la esponja, impregnada en agua tibia y espuma, acaricio sus pechos, lentamente, masajeándolos. Mientras hago esto con mi mano izquierda, la derecha recorre las caderas de arriba abajo, hasta acabar entre sus piernas. Alterno las caricias a sus muslos con repentinos acercamientos a la zona del clítoris. A la par que aumenta el ritmo de su respiración, aumenta el tamaño de mi verga. Deslizo suavemente mis dedos entre los labios vaginales y consigo meterlos dentro a la vez que abrazo firmemente el cuerpo de Belén. Se entrega a mí con una docilidad que me sorprende y me facilita el trabajo abriendo un poco más las piernas. Ahora que su coño ya está húmedo acelero el ritmo de las entradas y salidas de mis dedos, haciendo que mis yemas se detengan en su zona erógena. Dejando caer su cabeza sobre mi hombro, me susurra al oído: "Dame más". Mi polla le responde endureciéndose aún mas y mi mano replica introduciendo un tercer dedo. Un quejido de placer fluye de su boca.

Imaginarme su chochito húmedo me "abre el apetito" y decido darme un atracón de sus flujos. Sutilmente siento a Belén en el borde de la bañera y yo me arrodillo frente a ella, como implorando el alimento que es su sexo. Una sonrisa de complicidad me da la autorización para aproximar mi boca a sus labios. El ansia con el que me coje la cabeza me hace enloquecer y mi lengua, enloquecida conmigo, no para de recorrer de arriba a abajo los suaves rincones de su rajita. Decido provocar su estremecimiento, por lo que centro mis movimientos en los alrededores del clítoris. Me ayudo de los dedos para tener un mejor acceso y empiezo a rozar con la punta de la lengua las zonas contiguas. Belén me aprieta la cabeza contra ella, toda mi cara queda impregnada de su esencia y a mí me encanta. Se deja llevar y sus gemidos se convierten en gritos, que aumentan su intensidad a medida que se aproxima su orgasmo. Noto como está a punto de correrse y decido acabar el primer acto de mi obra rozando levemente el clítoris con mis dedos. Un prolongado suspiro me indica que está en el clímax.

-Yo también tengo hambre - me dice mientras saboreo los últimos bocados de su clítoris.

Incorporándome, aprovechando que ella está sentada en el borde, dejo caer toda mi erección sobre su boca. Su lengua sale de su escondite para acariciar el principio de mi verga. Mi prepucio es una bomba a punto de explotar, colmado de excitación. Después de lamérmelo de arriba a abajo, Belén se lo introduce con energía en la boca, con egoísmo, mientras sujeta mi culo con sus manos y lo empuja hacia ella. ¡Dios mío, que cachondo estoy! Ayudándose ahora con su mano derecha se mete y se saca mi polla de la boca con prisa, como si se la fueran a quitar. Mi respiración se acelera con cada roce de su mano y sus labios... ¡Estoy apunto de correrme! Ella se da cuenta y se pone de pie, empujándome contra la pared y dejando mi polla junto a su mano entre los dos. Sin dejar de mirarme a los ojos, aumenta el ritmo de sus movimientos, haciendo rozar sus dedos con mi glande. No puedo más, me sobreviene un placer tan enorme que no puedo evitar gritar, cada exhalación se me convierte en un gemido, mientras Belén clava sus ojos en mi con cara de satisfacción.

- No te dejes llevar - me dice - Solo acabamos de empezar.

Sin dejar de acariciar mi polla, me invita a tenderme en la bañera. Sus ojos grises desprenden llamaradas, nunca había visto a una mujer tan cachonda como lo está ahora ella. Mientras me magrea, Belén se gira para ponerse de espaldas a mí, se pone de cuclillas y, sin soltarme en ningún momento la verga, haciéndome creer que es de su posesión, se la mete poco a poco en la vagina. Como si fuera a darse una vuelta en una montaña rusa, se agarra fuertemente a los bordes de la bañera y empieza a subir y bajar al ritmo de un segundero, haciendo que cada ápice de mi nabo se roce con el interior de su coño. Está disfrutando del momento, se lo toma con calma. De repente, tras un nuevo quejido, sus caderas comienzan a trazar círculos a la vez que flexiona y extiende sus rodillas cada vez más rápido. Acompasando nuestros movimientos consigo que mi pubis choque contra su culo haciendo que mi polla llegue hasta atrás. Mis embestidas hacen que Belén se deje llevar de nuevo. No quiero desaprovechar la oportunidad de infligirle un poco mas de placer por lo que, sin sacársela hago que se ponga a cuatro patas. Asiéndola firmemente por las caderas, acelero el ritmo de mis acometidas a lo que ella responde con nuevos gritos. Me pone tan cachondo verla así que yo también estoy a punto de correrme, pero me reprimo, quiero hacer algo que llevo mucho tiempo soñando.

Belén deja caer su cabeza, le sobreviene el orgasmo, me propongo que sea lo mas prolongado posible, por lo que disminuyo el ritmo, frotándome lentamente. Hago entrar y salir mi polla por completo, para que el glande roce bien en toda la cavidad vaginal. De nuevo acelero el ritmo y es entonces cuando Belén estalla en un alarido de inmenso placer... me he puesto tan caliente que yo también estoy a punto de correrme. Saco mi verga pero continúo acariciando su coño con mi mano izquierda, mientras con la derecha agito enérgicamente mi rabo. La imagen de su espalda arqueada me pone a mil y súbitamente me dejo llevar por el placer, no puedo evitar que de mi boca salga un gemido prolongado, mientras mi verga escupe semen sin parar. Va todo a parar a su lomo y cuando termino de magrearme extiendo mi corrida por su espalda con la punta de polla. Entre sonrisas ella susurra: "mmmmm... qué calentito".

Ambos nos reímos, aliviados tras hacer realidad, por fin, nuestra fantasía. De nuevo tomo la esponja y limpio a Belén, con el agua aún tibia y con Sade cantando de fondo.

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