martes, 16 de octubre de 2007

Esos ojos verdes

Me presento. Me llamo Yago y tengo 22 años. Soy moreno con los ojos marrones. Mido un metro noventa y aunque podría estar algo más fibroso, no tengo mal cuerpo. Estudio 5º de Informática en Madrid. Mi historia empieza una mañana de Diciembre. Hacía bastante frío y estaba lloviendo. Cuando llueve tengo por costumbre salir antes de casa, para evitar los atascos que se forman y las montoneras de gente con paraguas, que hacen de caminar por Madrid un auténtico infierno. Salí de casa media hora antes de lo normal.

Como cada día, me dirigí a la biblioteca para dejar las cosas e ir a tomar un café, en la cafetería que hay en frente de la escuela. Pero para mi desgracia me encontré con que la biblioteca aun estaba cerrada. Dos minutos más tarde llegó la chica encargada de abrir y de “vigilar” en la biblioteca. Yo la conocía únicamente de saludarla todos los días, pues por lo general llegaba casi siempre el primero. Estaba siempre medio dormida, dado que se abría muy temprano. Es morena, pequeñita, muy parecida a la cantante del Sueño de Morfeo, pero con una mirada más simpática, aunque lo que realmente conseguía llamarme la atención eran sus ojos verdes. Yo calculaba que tendría unos 25 años. No tenía más trato con ella que el típico buenos días, o el típico comentario sobre el sueño.

Cogí un sitio que me gustaba en la biblioteca, y mientras colocaba mis cosas, se me acercó y me peguntó si iba a ir a desayunar. Me sorprendió, porque nunca le había visto salir de su despacho. Le dije que si, y como es lógico, le pregunté si quería acompañarme. Pedimos un par de cafés, y nos pusimos a charlar. Me dijo que se llamaba Lara y que tenía 23 años. Acababa de terminar la carrera, y mientras se ponía a buscar trabajo, la universidad le había ofrecido el puesto, y lo había aceptado porque casi no tenía nada que hacer, y aprovechaba para estudiar inglés, leer revistas… Me cayó bastante bien. Me pareció una chica muy agradable y sobre todo muy alegre. Diez minutos después volvimos a la biblioteca.

Aun no había llegado nadie. Me senté y saqué unos apuntes para preparar una práctica. Intenté concentrarme en lo que iba hacer, pero no podía dejar de repetir la conversación con Lara una y otra vez. Lo que en un principio creí que no pasaría de anécdota, parecía haberme calado hondo. Alcé la cabeza para verla, y le vi colocando unos libros. Estaba como embobado mirándola a través de la ventanita de su puerta, cuando se giró. Agaché la cabeza lo más deprisa que pude y bastante nervioso. Aunque me dio un poco de vergüenza, sentía la necesidad de observarla, de verla moverse. Decidí volver a mirarla, pero esta vez manteniendo la vista. Y así fue. Al mirarla vi que me estaba mirando. Nos quedamos clavados unos segundos, hasta que ella apartó la mirada y se metió en su despacho. Un momento después salió de él, y vino hacia mí. Hacía mucho tiempo que no sentía esa mezcla de alegría, miedo y nervios. Se acercó y se sentó a mi lado. La miré fijamente a los ojos y me quedé como hipnotizado. Nunca podré olvidar esos ojos verdes. De pronto, estando a escasos centímetros, cerró los ojos y nos besamos. Fue un beso suave y a la vez apasionado, justo como podía imaginarlo. Me recorrió un escalofrío por la espalda. Con timidez mis labios temblorosos se separaron de los suyos. Me acerqué más a ella y la cogí de la cintura. Ella se sentó encima mió y me puso las manos en la cara y seguimos besándonos.

La cosa se fue calentando, e inevitablemente, estando ella sentada encima, lo notó. Se separó un poco me cogió de la mano y me llevó a su despacho. La seguí sin rechistar. Me dijo que no vendría nadie de la dirección hasta una hora más tarde. Puso un cartón tapando la ventanita de la puerta y cerró con llave. Mientras lo hacía me acerqué por detrás y empecé a besarle el cuello. Olía de maravilla. Era un perfume suave pero penetrante que me tenía completamente embriagado. Recorrí con mis manos desde su cintura, a sus caderas, y desde éstas hasta su vientre. Al ver su consentimiento, metí mis manos por debajo de su camiseta y fui subiendo poco a poco a poco hacia su esternón mientras la besaba. Mientras ella me abrazaba, acariciándome la nuca con una mano y una oreja con la otra. En este punto puso sus manos sobre las mías y las dirigió hacia sus pechos. Al notar un pequeño temblor en mis movimientos, me cogió con firmeza. Eran del tamaño de mis manos y noté que se le estaba poniendo la carne de gallina. Se giró y se quitó el jersey, la camiseta, y el sujetador y de forma pícara comenzó a desabrocharme los botones de la camisa. Pude observar sus pechos, que aunque no eran muy grandes tenían la forma perfecta. Terminé de quitarme la camisa y la camiseta. La abracé y la levanté sosteniéndola por su culo. Ella se incorporó y rodeó mi cuello con sus brazos y mi cintura con sus piernas, apenas necesitaba sujetarla. El tacto de sus pechos contra mi dorso, estaba haciendo que me volviese loco.

Me acerqué a una encimera y la senté ahí. Ella se echó hacia a atrás y empecé a lamerla desde el cuello, hasta el vientre. Desabroché el botón de su pantalón y se lo quité. Me quedé asombrado. Eran las piernas más esbeltas que había visto. Alejé un poco la vista, para darme cuenta del precioso cuerpo que tenía. Esa piel canela y suave parecía sacada de una película. Al verme observándola, se bajó de la encimera de un salto, se acercó a mi, pegó sus labios a mi oído, y con una voz muy suave, que hacía que se me pusiera el pelo de punta, me dijo: “Ahora me toca recrearme a mi”.

Se agachó un poco y me desabrochó el pantalón. Le eché una mano, y terminé de quitármelo. Yo estaba que no podía más. Empezó a tocarme por encima del calzoncillo, y al ver que ya estaba más que a punto, me lo bajó. Mi polla estaba completamente erecta. Se puso en cuclillas y me la cogió con suavidad. Retiró el prepucio y dejó al descubierto mi glande hinchado por la excitación. Empezó con un movimiento de vaivén al principio muy suave, y poco a poco fue incrementando el ritmo. No dejaba de observarme y de tocarse, lo que hacía que mi excitación aumentara rápidamente. Aunque intenté evitarlo, empecé a jadear. Ella me miró y me hizo un gesto, para que intentara bajar el tono, pues no sabíamos si había llegado alguien, y aunque no podían vernos, podrían oírnos. Para intentar mantenerme en silencio empecé a apretar los puños. Ella se dio cuenta y empezó a acelerar. De pronto dejó el prepucio y empezó a frotar el glande directamente. No pude evitar dar un gemido. Unos segundos después tuve que cogerla la mano y pararla, porque no quería correrme aun.

Ella se levantó y la tumbé en una mesita que había junto a la fotocopiadora. Con decisión le quité el cullote que llevaba, que por cierto, estaba calado. Empecé por el estómago bajando poco a poco hasta el ombligo. De ahí fui bajando hasta quedarme en el monte de Venus. Cuando ella creía que iba a empezar, di un rodeo y seguí hacia una de las ingles, y de ahí, a la cara interior del muslo. Empezó a suspirar. Volví a subir y entonces apreté su clítoris con mis labios, ayudándome con la mano. Soltó como un gemido mudo. Ahí comencé a lamerle sin parar. Poco a poco fui acariciándole la vagina, el perineo, a rozarle un poco el ano… ella empezó a temblar. Agarró mi pelo y empezó a apretar mi cabeza contra ella. Al notarlo, le metí un dedo en la vagina y empecé a acariciarle la zona superior, buscando el punto G. Al minuto de estar así, tuvo un orgasmo, solo había que ver como encogía los pies para darse cuenta.

Se quedó muy relajada, así que aproveché para ir al pantalón para coger la cartera, donde guardo los condones, ella giró la cabeza y al verme cogiéndolo, me dijo que ella me lo pondría. Me masturbó unos segundos para que recuperase la erección y me lo puso. Yo estaba bastante relajado al ver que se había corrido, pues sabía que no se lo había pasado mal, la cogí en brazos, me apoyé contra la encimera y ella me la cogió y se la metió. Entró hasta el final. Note su calor interior, sus latidos un mi. Cara a cara nos miramos a los ojos, y empezó a moverse suavemente. Me dijo que sacase la lengua, y empezó a chupármela. Era una sensación increíble. Empezamos a jadear simultáneamente, y nos fundimos en un beso. Me puse a masajearla mientras se movía. Fui recorriendo una a una todas sus vértebras desde el cuello al pubis. De repente ella paró el vaivén y comenzó a hacer círculos con la cadera. La sensación era tan fuerte que me quedé rígido con el cuello estirado, momento que ella aprovechó para lamérmelo. Poco después volvió con el vaivén. Yo bajé mi mano, para apretar su clítoris contra mi polla. A los pocos segundos pasó algo que no me esperaba, comenzó a temblar y a acelerar su respiración. No podía creerme que fuese a correrse otra vez, aguanté lo que pude y nos corrimos a la vez. Fue maravilloso. No podía creerme la situación. La senté en la encimera y nos quedamos unos segundos abrazados, impregnados en el sudor que nos unía. Acerqué mis labios a los suyos, y nos besamos con ternura. Me limpié y nos vestimos.

Me dio un libro para que pudiera justificarme al salir de su despacho. Al salir vi que había una chica y un chico estudiando, con los cascos puestos, y por su actitud creo que no se dieron cuenta de nada. Volví a mi sitio, y abrí un cuaderno.

Al poco rato llegó Lara y me dio un Post-it con su teléfono y un corazoncito. Me sentí muy contento.

La llamé y quedamos para salir, y desde ese día estamos juntos.

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