jueves, 18 de octubre de 2007

La tarta de crema especial

Mi nombre es Roberto y me gustaría explicaros algo que me sucedió el día de mi cumpleaños. Estoy casado desde hace dos años con una chica sudamericana de mi misma edad. Yo actualmente tengo 30 años, y bien tengo que decir que mi mujer cumple todas las expectativas que esperaba de una esposa. Aparte de saber escucharme y apoyarme en la vida del día a día, en el plano sexual y de cama es de las mujeres más activas y dispuestas a cosas nuevas de todas las tías que haya conocido nunca. Pero os voy a poner en situación.

Era un viernes por la tarde, cuando ya salía de la oficina para la casa. Después de celebrar con algunas pastas y cava mi cumpleaños en la oficina, estaba deseando ver a mi mujer para montarnos la gran fiesta por la noche, ya que estaríamos solos en la casa, pues nuestra hija la habíamos dejado antes con la abuela un par de días. Total, que llego al parking, dejo el coche y me meto en el ascensor con la mente ya calenturienta, pensando en donde y cómo me follaría a mi mujer esa noche. Cuando llegué a la puerta y abrí con mi llave, llamé a mi esposa y ella me contestó como a lo lejos -estoy en la cocina- dijo, me acerqué a la cocina, abrí la puerta que estaba entornada, y ví a mi mujer de espaldas frente a la repisa. Los ojos se me saltaron de las órbitas al verla. Vestía sólo un delantal de plástico brillante blanco, que solo debía cubrirle la parte delantera, pues por atrás le llegaba sólo a la altura de sus hombros, dejando toda la espalda al descubierto y por supuesto su hermoso culo. Llevaba también unas medias negras bien finas, con encajes y unos tacones de al menos 15 cm, con plataformas y medio descubiertos. Me acerqué hasta ella y le dí un beso en el cuello. Le dije

- Uumm que guapa vas mi niña, que sorpresa me has dado.

Ella respondió:

- Hola mi amor, quería estar bien guapa para cuando llegaras, te gusta lo que me he puesto?

Yo me la repasé con la mirada de arriba abajo. Por delante se la veía todo el delantal blanco brillante, con un escote hasta el canalillo de sus tetas, se le marcaban los pezones a través de aquel plástico blanco. El delantal le llegaba por la mitad de sus muslos, que se veían a través de las medias que llevaba, y bajé la vista hasta los dedos de sus pies, descubiertos por las sandalias, en los cuales se notaba el detalle de que se había pintado las uñas de rojo fuego, al igual que las uñas de sus manos, cosa que solo hacía cuando quería ponerme súper cachondo, pues normalmente yo soy el que le hago la manicura (pero esa historia ya os la contaré). Después de repasármela, le dije:

- Uuahh cariño, estas muy sexy, estas estupenda - luego añadí - Y que estabas haciendo, eh?

- Te estaba preparando la tarta, mi amor. Ves, es de crema y nata, te apetece?

- Claro mi amor, todo lo que hagas estará bueno, sobretodo si está tan bueno como esto - le decía mientras le frotaba el coñito, ya que no llevaba bragas.

Ella sonrió con complicidad, y me apartó la mano con suavidad. Dijo:

- Ya no seas impaciente, mi amor, que lo mejor está por llegar. Por que no me pasas la nata que está en el frigorífico, mi amor?

Yo obedecí y se la llevé. Ella comenzó a expandir la nata sobre la base del pastel, y cuando ya estaba acabando, se le salpicó un poco encima del escote, justo para resbalarse sobre el canalillo. Ella hizo un gesto de fastidio y me dijo

- Vaya por Dios, me pasas, una bayeta de papel, para secarme, mi amor?

Yo no respondí, lo que hice fue cojerla y pegarle unos cuantos lametones desde el canalillo hasta su cuello. Mi mujer se dejó hacer, arqueando su cuerpo hacia atrás como dándome a entender que ya me detendría cuando me viniera en gana. Después de lamerle el cuello mi polla ya estaba empalmada, con ganas de meterse en algún rincón de su cuerpo. Ella dijo entonces:

- Umm papi, me gusta esto que me has hecho. Por que no me pones más nata por mi cuerpo y me la limpias después? anda, que hoy es tu cumpleaños, y te voy a dar algo especial... venga hazlo... ummm.

Yo me excité más al escuchar sus palabras, así que le dije que se apollase con sus manos sobre la repisa del fregadero, y separara bien las piernas, como si la fuera a cachear. Entonces cogí el bol de nata y la paleta y comencé a esparcir el líquido a lo largo de su espalda, los cachetes de su culo y el comienzo de sus muslos, que dejaban al descubierto sus medias. Acto seguido comencé a darle lametones por su piel, comiéndome la nata que había esparcido y poniéndome más cachondo que una cafetera cuando está el café a punto. Ella mientras tanto se mordía el labio inferior del gustazo que estaba recibiendo, mientras, acercó una mano a su sexo y comenzó a mover su clítoris en círculo. La hacer esto, su conejito se le puso chorreante de flujo. Entonces fue cuando con un gesto me apartó de su espalda para darse la vuelta y agacharse hasta la altura de mi verga. Me miró a la cara desde allí abajo y sonrió. Dijo en un tono lascivo

- Ahora es mi turno, quiero lamerte yo. Pásame la nata.

Yo no me lo pensé dos veces y obedecí. Primero me desabrochó los pantalones y luego me los bajó hasta quitarme los pantalones y los calzoncillos todo de una vez. Entonces me ordenó que separase las piernas me apoyase sobre la repisa, igual que antes hizo ella. Me puse así y ella empezó a embadurnarme los bajos con la nata, primero la verga, seguida de los huevos y luego la raja de mi culo. Cuando acabó, empezó a mamarme la verga despacio, usando las otras manos para tocarme los huevos y frotar el huequito de mi culo. Yo sentí un gusto tremendo, aunque no sabía lo que me estaba haciendo exactamente, ya que estaba mirando al frente. Me picó la curiosidad y bajé la mirada. Entonces la ví agachada sobre sus tacones, con mi verga en la boca y los ojos cerrados, como concentrándose en la mamada. Su melena rubia caía por delante de su cuerpo y se movía al ritmo de su mamada. En una de sus mejillas se le brotaba un bulto cada vez que se metía mi tranca hasta el fondo de su boca, y por sus labios se destilaba saliva que se le iba cayendo de la barbilla, a causa del gusto que le estaba produciendo mi verga en su boca. Me quedé mirándola un rato sin que ella se percatase. De vez en cuando sacaba la mano con la que me acariciaba los huevos para frotarse su coñito mientras me la mamaba. Me dio la sensación de tener una autentica guarra debajo de mí, agarrada a aquella verga, masturbándose y cayéndole la baba por la barbilla. De pronto le dije.

- Ya cariñin, ya, que me estas dando un gustazo tremendo. Tu si que sabes mamarla bien, putón.

Le decía mientas la empecé a coger de los pelos. Continué

- Ahora me voy a correr en tu viciosa boca, cabrona, verás que buena que está la nata de mis huevos.

Entonces la agarré más fuerte de la cabeza dando empujones cada vez más fuertes, cuando me iba a venir la cuajada, se la saqué de la boca, dejando mi capullo sobre sus labios semiabiertos, que empezó a botar leche bien caliente sobre sus mejillas. Mientras me corria, ella se pasó mi capullo por toda la cara, en un movimiento de vaivén que consiguió que me corriera durante más de 10 segundos. Su cara quedó bien blanca, cayéndole goterones por sus mejillas y barbilla. Entonces, con sus dedos empezó a rebañarse la cara para acabar chupando los restos del jugo blanco. Yo me quedé medio derretido de aquella corrida tan bestial. Pero aún tenia que satisfacerla más. Para reponerme, se me ocurrió mamarle la concha para darle tiempo a mi polla de rellenarse de jugo nuevamente. Así que la levanté y le dije que se pusiera tumbada encima de la mesa de la cocina. Así lo hizo.

Yo me senté en una silla como si fuera a comer (de hecho, me iba a comer su chirla), y ella se quedó abierta de piernas delante de mí, con su conejo casi a tocar de mi boca, y sus pies apoyados encima de mis hombros. Recuerdo que se había depilado el vello para la ocasión, pues solo tenía una pequeña hilera de pelo que le iba desde su clítoris hasta medio camino de su ombligo. Le abrí los labios con ambas manos y descubrí un clítoris erguido, bien empapado y brillante por el flujo. Yo cogí un poco de nata y se la eché por encima, dejando que resbalara desde el clítoris hasta el agujero de su chocho, y de ahí hasta su culo. Ella hizo unos gemidos de placer, al sentir deslizar el líquido por su raja, quizás pensando como que le había tirado la leche de mis bolas encima. Entonces empecé a pasar mi lengua por sus bordes, recogiendo la nata vertida. Lo hice con sumo cuidado, procurando no tocar el clítoris con la lengua directamente, ya que eso la molestaba un poco. Ella se empezó a poner cachonda de nuevo, ya que sentía la humedad de su cueva. De pronto se puso a respirar agitadamente y hundió mi cabeza más sobre su chocho. Ella empezó a gemir suavemente, mientras mascullaba algo en voz baja. Yo logré entender:

- Eso es mi amor, chupa mi chirla como una gambita... ummmm, soy tu gatita, cabron mío, ummmm, no pares.

En esto que yo entre la comida de su dulce almeja y lo que estaba escuchando de boca de mi mujer, se me estaba empalmando el rabo con mucha rapidez. Lo alcancé con una de mis manos y me la empecé a pelar mientras me amorraba a sus pliegues. Estuve un rato así. Entonces, creo que ella escuchó como me la pelaba, ya que tenia el rabo untado de saliva y jugo de nata, y escuchaba el ruido de mi mano deslizándose sobre la piel. Se atrevió a decir.

- Venga nene, ahora pásame la lengua, uummm... por el culo. Venga, cómeme el culo.

Joder, aquella petición me vino de perlas. Bajé un poco mi lengua y fui a buscar el agujerito de su culo, que estaba bien dulce, de la nata que se le había resbalado hasta allí. Esos me hizo dar ganas de hurgarla dentro del agujero con mi lengua, sin ninguna oposición por su parte. Mientras yo pensaba que aquello me sabría a mierda, pero que va, era el sabor más dulce que he imaginado. Ella continuaba diciendo

- Venga, papi, abre mi culo un poco y fóllame con tu lengua, venga papazote, venga, que es tu cumpleaños.

Yo obedecí y con una de mis manos le separé un cachete para que se abriera su culito, que ya empezaba a dilatarse. Mientras, yo me la seguía pelando sentado en la silla y comiendo de aquel culo. Entonces me dijo.

- Ay papi, ya no puedo más, venga métemela en el culo, estoy demasiado cachonda para parar, venga, come mi culo ahora!.

Me levanté sin pensarlo, hice la silla a un lado, y en aquella misma postura, ella tirada encima de la mesa y yo de pie, le separé bien las piernas cojiendola de los tacones y separé un cachete de su culo. Ella me ayudó con sus dos manos a abrir, Cogí entonces mi polla y la hundí lentamente en su huequito del culo. No costó nada entrarla. Empecé a dar empujones en su culo, mientras miraba como le bailaban sus pechos al son de mis enculadas. De repente me puso la mano en el pecho y me dijo.

- No te corras, por favor, papi, no te corras en mi culo, avísame, vale?.

Yo le dije

- Vale, mi amor no te preocupes.

Yo no sabia que se proponía, pues otras veces la había llenado el culo sin problemas. No aguanté mucho, cuando sentí que me iba a correr, se lo dije. Entonces ella miró hacia mi tarta de cumpleaños, que estaba al lado nuestro, aunque yo no le había prestado atención. Ella añadió.

- Ahora sácala de mi culo y córrete encima de la tarta, mi amor, ummm... venga te estaba esperando para poner tu guinda.

La excitación que tenía era terrible. Como ya no me podía contener, se la saqué con rapidez y me giré hacia la tarta. Tiempo justo para descargar mi leche sobre el pastel que me salió bien líquida y abundante por la excitación del momento, mientras, ella me miraba desde la mesa con una sonrisa media simpática medio de vicio. Entonces añadió:

- Ahora nos comeremos la tarta más rica de tu vida, por que tu le has echado tu leche, pero yo le eché ya el juguito de mi chucha, pues me corrí 2 veces encima mientras te esperaba deseándote.

Yo la abracé fuertemente después y nos quedamos un rato así. La besé profundamente y le di las gracias por aquella sorpresa tan especial. Desde luego ese aniversario lo recordaré toda mi vida.

Este relato va dedicado a mi mujer.

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